Revisa esta columna de opinión de nuestra Clínica Psicológica.

Si nos remitimos hasta hace no muchos años atrás, es posible recordar la importancia que tenía el teléfono fijo en las casas, tener un teléfono de recado e incluso, más antiguamente, alguien recordará que se llamaba al almacén de barrio para comunicarse con la persona y esperar mientras se salía a buscar al vecino para que atendiera. Con el uso del teléfono en las casas podemos recordar que era muy difícil recibir una llamada pasadas las nueve de la noche, y de ser así, generalmente correspondía a una emergencia. Con la llegada de los teléfonos móviles, y más específicamente, con las aplicaciones de mensajería instantánea es común recibir notificaciones o llamadas a cualquier hora del día asumiendo que las personas estarán disponibles. Asimismo, podemos constatar que frente a una situación de espera, ya sea en una fila o una reunión social, es común recurrir al celular para matar el tiempo dando cuenta que este dispositivo ha llegado a cumplir muchas otras funciones que el teléfono fijo no cumplía anteriormente.

Las circunstancias actuales tanto de distanciamiento físico como de cuarentena han significado cambios profundos en la manera de interactuar con otras personas, pues ha emergido la necesidad o urgencia de hacer uso de los medios tecnológicos que están a nuestro alcance para que, de algún modo, podamos llevar a cabo algunas de las actividades que antes solíamos realizar a través del contacto físico y en presencia de otros. Así, las nuevas formas de comunicación, el internet y la instantaneidad nos han permitido conectar a personas distantes entre sí, lo que en este contexto de confinamiento ha permitido encontrar espacios en los cuales sentirnos acompañados, relacionarnos con grupos de amigos, familiares, organizaciones de diverso tipo, conocer personas nuevas y compartir experiencias con éstas, e incluso mantener o empezar procesos psicoterapéuticos de manera totalmente virtual. Todo esto nos ha hecho sentir que la distancia física se estrecha en un momento tan difícil como el que hemos estado atravesando.

Sin embargo, no hay que olvidar que estas formas de comunicación también parecen exponernos a contextos hostiles tales como estafas, difusión de información privada, acoso, extorsión o simplemente el estar expuesto al juicio de otros. Además, y en relación al uso del celular, nos vemos expuestos tanto a información falsa o mal contrastada como también a una sobrecarga de información que acaba por generar sentimientos de preocupación y ansiedad que, al igual que el celular, nos acompañan a la cama y se levantan con nosotros. Es más, la instantaneidad actual permite incluso saber cuándo otra persona puede estar “en línea” sin importar la hora, algo que era impensable en los tiempos del teléfono fijo. Así, la paradoja actual es que, aún cuando en tiempos anteriores no se llamaba después ni antes de ciertas horas, esa menor información podría no generar tanta angustia e incertidumbre como la que genera ahora este acto de ver “en línea” al otro y que no nos responda un mensaje, pues es un conocimiento que permite imaginarnos mucho cuando pudo ser muy poco o nada de lo que imaginamos.

Por esto, se recomienda no olvidar que cada persona puede estar pasando por conflictos internos, personales, familiares o laborales que desconocemos, y que pueden haber muchas razones distintas para que pueda no responder algún mensaje mientras está “en línea” o que estuviera lejos de las redes sociales. No se trata de aceptar que desaparezca para siempre, sino de intentar comprendernos a nosotros mismos, de entender qué hacemos con esta información faltante, qué imaginamos y cómo nos afecta eso. No se trata de pasar todo el tiempo en el celular para estar al tanto de todas las noticias del contexto y tampoco

tiene que ver con dejar el celular a un costado y no usarlo más, sino de entender nuestro uso con el celular y las redes sociales, de estar presentes al momento de usarlo, de tener en cuenta todo el flujo de información que me llega y tratar de comprender cómo me afecta, porque más allá de la respuesta, poder plantearse esta pregunta puede crear nuevas formas de relacionarse con el celular, aquello que puede llegar a ser tan íntimo, personal y hasta una extensión de nuestro propio cuerpo.

Se trata de aprovechar esos espacios que ya existen para poder interactuar con otros y expresar nuestros sentimientos, para poder compartir virtualmente en estos tiempos de confinamiento, de poder transmitirle al otro alguna queja que tengamos, no con la intención de abrumarlo, sino de poder lograr un espacio íntimo que nos permita entender esta queja, que incentive una reflexión y, de esta manera, fortalecer vínculos en estos tiempos de instantaneidad y de confinamiento.

Por último, hacer un llamado a no olvidar que hay brechas tanto etarias (que afectan sobre todo a adultos mayores y niños y niñas) como de desigualdad económicas que dejan excluidos a ciertos grupos de estos dispositivos y de la digitalización en general, por lo que es importante no dejar de lado estos vínculos y a ser conscientes de que este escenario no incluye a todos por igual.

Clínica Psicológica INFOCAP